Por Tlatoani
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En un México más de 200 años después de su independencia, aún lastima el uso de la palabra indio.
No se confunda la anterior con la palabra indígena. Indio e indígena tienen diferentes etimologías. De acuerdo a la RAE, la palabra indio se define como:
Indio. adj. Perteneciente o relativo a la India o a los indios
A pesar de los ofensivos intentos de justificar el uso de la palabra indio adjudicando incorrectamente la definición de sin dios (in-dios), tenga la seguridad de que este significado está más que errado.
Son varios los documentos históricos que indican que fue Cristoforo Colombo quien introdujo por confusión la palabra indio, creyendo que había llegado al continente asiático, llamado Indias por Marco Polo.
Por otra parte, la definición de indígena es:
Indígena. adj. Originario del país de que se trata. (Del latín indigĕna)
Por tanto, la palabra indio no tiene lugar ni uso al referirse a las diferentes etnias de nativos mexicanos (indígenas), y sin embargo, en México, una gran parte de la población mantiene tal asociación.
Mas doloroso aún, indio, es comúnmente utilizado a manera de insulto, sinónimo de poca inteligencia, baja condición económica o alta ignorancia. Un problema legado de la era de esclavitud española en México, y como resultado de la diferencia de clases entre nobles e indígenas.
Si bien es cierto que las palabras son solo eso, palabras; mas valdría que comenzáramos a reflexionar el uso que hacemos de nuestro vocabulario, y que elimináramos lo que no sirve, lo que es equivocado y sobre todo, lo que es agraviante hacia nuestro propio pueblo.
Quizá es este el primer paso.
FUENTE: https://kukulkan-mx.com/el-infame-uso-de-la-palabra-indio/?fbclid=IwAR079EgjcHt-9abzWR2VmjnrKK5AHyqxwqawLB-pxDAMlGF5hA0kbeY_rAo
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ESTUDIOS SOBRE EL RACISMO EN AMÉRICA LATINA. Por María Dolores París (Artículo académico)
Este artículo revisa algunas de las temáticas en torno a las ideologías racistas en América Latina a partir de un rápido repaso de la investigación sobre este tema en las ciencias sociales. Analiza también las causas principales de la tardía aparición de los estudios sobre el racismo en la región, que no empiezan a tener un amplio reconocimiento sino hasta las dos últimas décadas del siglo XX. Plantea, finalmente, las principales prácticas racistas y formas de discriminación hacia los indígenas y negros, que tienen origen en los procesos de dominación propios del periodo colonial.
En la actualidad, ningún sector social y casi ningún grupo político en América Latina se autodefine como racista ni defiende la existencia de una raza superior o propugna abiertamente la violencia racial. A diferencia de los Estados Unidos ode Europa —donde han surgido múltiples organizaciones fundamentalistas que se proponen metas como la “limpieza étnica”, el “exterminio de razas inferiores”, la “expulsión o eliminación de extranjeros perniciosos”—, en nuestra región el racismo se expresa generalmente de manera más difusa. Sin embargo, en-tre los más diversos estratos de las poblaciones están presentes cotidianamente las categorías raciales como parte de las valoraciones socioculturales. Éstas van desde las apreciaciones estéticas más difundidas en la publicidad, en los medios de comunicación, en las relaciones interpersonales, familiares, amorosas, de amistad o de compadrazgo, hasta las formas de inserción en el mercado laboral: la “buena presentación “exigida para ocupar puestos visibles, como los de recepcionista o secretaria, las consideraciones ocultas para la promoción a ciertos cargos… A los distintos rasgos fenotípicos o adscripciones identitarias se les atribuye, en los más diversos espacios institucionales, potencialidades diferenciadas para los logros sociales. Y, efectivamente, los altos niveles de discriminación pueden observarse en todas las instituciones. El indígena o el negro tienen expectativas muy escasas para el ascenso laboral, el acceso a puestos políticos importantes en el ámbito nacional, el desempeño educativo o el éxito cultu-ral. Existe una gran coincidencia entre los procesos de explotación, de dominación y de opresión étnico-racial. Ante la generalidad de los prejuicios raciales y de los procesos de discriminación étnica no puede más que sorprender la escasez de estudios sobre el racismo en Amé-rica Latina. Hasta los años ochenta, los pocos escritos sobre el racismo y los movimientos antirracistas abordaban el plano filosófico internacional, con una relación mínima —o nula— con la crítica del racismo en los países de la región. Probablemente una de las causas fundamentales del escaso interés por el racismo fue el éxito de ciertas ideologías nacionalistas que implicaban la defensa oficial dela mezcla racial y cultural para marcar la diferencia frente a la metrópoli y, sobre todo, la existencia de raíces identitarias en un pasado precolonial. El mestizo, en algunos países, y el mulato, en otros, eran considerados encarnaciones por excelencia de la identidad nacional. El auge de estos nacionalismos se da durante la primera mitad del siglo XX. Es, de hecho, a partir de esta época cuando el racismo se vuelve una ideología difusa y casi siempre negada por parte de los intelectuales, o, en todo caso, un fenómeno considerado raro y sin importancia.
FUENTE: https://www.redalyc.org/html/267/26701714/
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