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A casi dos meses del inobjetable triunfo de Andrés Manuel López Obrador (hoy presidente electo) transcurre agosto de plena transición histórica, inédita y contundente, etapa inicial donde se sigue evidenciando contubernios y estructuras de un sistema político (poderes fácticos, incluidos) que despilfarró y endeudó grosera y abusivamente al país entero. La imaginación colectiva se queda corta y da paso a una indignación que clama y reclamará justicia -seguramente- en el momento apropiado.
Poco a poco van surgiendo y apareciendo pruebas y huellas que antes de la elección se ocultaba o disimulaba (apoyados por opinadores y/o francotiradores mediáticos), y que muestran un desastre económico y social lacerante, doloroso. De tal situación obviamente existen responsables, para dar con ellos solo hay que seguir la ruta del dinero (Ejm: La estafa maestra, entre otros). Vivimos nuevos tiempos que acorralan a un sistema consternado que busca -cuanto antes- reinventarse.
Mientras, se aproxima septiembre -mes de la patria-, situación que nos debe servir para reflexionar, ser autocríticos y reconstruir paulatinamente el tejido social destrozado, ya que después afrontaremos un futuro severo.
México maltrecho y endeudado, la política neoliberal del PRI-AN arrasó con los recursos naturales soberanos, además de incrementar pobreza, corrupción y víctimas por el combate al narcotráfico.
Sin embargo no pudieron con la voluntad del 53.2 por ciento, como sociedad civil entendimos que poseemos la fuerza del cambio (ejerciendo el voto). Somos la razón de ser de esta gran nación (más allá del clasismo, racismo y egoísmo monetario) y su esencia vital esta en nosotros, en la unión y deseo de construir una patria digna para nuestros hijos, una casa grande donde se priorice el bien común y el interés nacional. Como cuando en los dos terremotos del 19-S convergimos espontáneamente para ayudar, muchos armados de voluntad y manos y otros arriesgando la vida, en labores de rescate.
Recuerdo haber vivido procesos políticos desde José López Portillo (1976-1982) tiempos de férreo control, con pocos aciertos y más errores. En el medio periodístico existían vetos abiertos o disimulados, además de corrupción (chayote) todo formaba parte del autoritarismo característico. En casi todos los ámbitos de la vida nacional se imponían decisiones unas veces arbitrarias y otras injustas de “jefes” que inhibían o cancelaban las posibilidades de desarrollo de comunicadores mexicanos.
Finalmente, por estas vivencias y experiencias (luego de comparar escenarios y sexenios anteriores) subrayo esperanzado lo insólito y tangible, del contexto actual. Sobrevivimos, a un sistema de partidos perverso y se lo debemos a quienes lucharon sin descanso, a los que no se amedrentaron, ni se vendieron, a los que no se rindieron, ni se resignaron. A los necios y obstinados que no se creyeron las frases de “aquí las cosas nunca cambiarán”, o “de todas formas siempre gana el PRI”.
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(*) Periodista y economista (EPCSG y UAM-A)
PRI-AN. Partido Revolucionario Institucional y Partido Acción Nacional.