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En análisis anteriores abordé añejas anomias sociales, que en realidad representan un trágico círculo vicioso reproducido por la impunidad, corrupción y pobreza, que a su vez explican la extrema violencia que padecemos. El punto es que dicha vorágine ha crecido en los últimos dos sexenios con tal gravedad que se aproxima a un Estado fallido.
En semana y media viviremos la jornada política más importante, intensa y polarizada de los últimos años. La elección presidencial de 2018 parece ser el desenlace de la historia de un sistema político neoliberal que contribuyó a una brutal desigualdad del país. Más de la mitad de la población vive entre el desempleo y la pobreza (salario mínimo de 88.36 pesos) en contraparte una privilegiada concentración de riqueza de exorbitantes fortunas que ubican a sus dueños en los primeros lugares de multimillonarios del mundo.
Jenaro Villamil periodista de la revista Proceso, en su último libro (Cleptocracia, el nuevo modelo de corrupción. Ed.Grijalbo) afirma que “dirige el país una cleptocracia, semejante a un sistema mafioso. No es un asunto de buenos contra malos, es un problema de estructura, de arquitectura, de un sistema que sólo se sostiene bajo cimientos endebles. Un cáncer que ha invadido todo el cuerpo político e institucional. Corroe, corrompe, debilita cualquier anticuerpo democrático”.
En este escenario los dos sexenios últimos, arrojan números alarmantes: más de 230 mil muertos, 60 mil desaparecidos, 135 periodistas asesinados y a solo tres meses previos a la elección 114 candidatos y políticos han sido ejecutados, el ultimo Alejandro Chávez aspirante a la alcaldía de Taretan (Michoacán), más lo que se acumule los próximos días.
Tales cifras generan estupor en el continente, la anterior semana fui entrevistado por dos medios argentinos y un boliviano sobre el contexto político y la violencia que antecede a este 1 de julio. En general, no pueden creer lo que indican organismos nacionales e internacionales sobre dichos efectos y consecuencias, así que explicamos ¿Cómo? llegó el país a la situación actual, además de la amnistía propuesta por un candidato y su posible arribo al poder.
Ya en la recta final y luego de tres debates donde participaron los cuatro contendientes (López Obrador, Ricardo Anaya, José Meade y Rodríguez Calderón) a la presidencia de la nación, parece irreversible el triunfo de Andrés Manuel López Obrador por el amplio margen que le dan las encuestas, el rechazo generalizado a los gobiernos del PRI-AN, incluido el enojo social, por un crimen organizado que no solo tomó control y aumentó plazas del narcotráfico, sino que inyectó dinero para (algunas) campañas políticas e incrementó su poder.
No es exagerado afirmar que México paulatinamente se desangra a la vista de todos y la ira social, desesperanza -incluida- continúa acumulando efectos negativos.
Ayer fueron publicados imágenes aterradoras de seis policías ejecutados (con todo y chalecos antibalas) por una presunta banda de “huachicoleros” en el municipio de Amozoc. Días antes autoridades y policías también habían sido apedreados e intentaron su linchamiento.
Finalmente, ojalá que la votación a venir sea capaz de derribar el inmenso muro que separa a la sociedad civil de una clase política desgastada, desprestigiada y decadente.
Si vienen próximos cambios, que sea para el bien de todos.
(*) periodista (EPCSG) y economista (UAM-A)
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