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El mito del esfuerzo individual es una creencia generalizada en las sociedades occidentales modernas, y uno de los pilares de la ideología neoliberal. Las historias de “éxito” del individuo pobre que con su creatividad, esfuerzo y determinación logró el ascenso social o inclusive volverse millonario, están por doquier en los medios de comunicación, pero representan un porcentaje ínfimo de la población en situación de pobreza o dificultad económica. La legitimación meritocrática de la desigualdad (o el pensar que la desigualdad es producto de que unos se esfuercen y otros no):
– Generaliza la percepción de que las carencias (o la violencia estructural) que castigan a las poblaciones menos favorecidas, tiene una raíz en las acciones individuales de las personas pobres.
– Refuerza el individualismo y erosiona la empatía social, pues afianza el pensamiento de que el pobre es una excepción o un “Otro” distante de la realidad propia.
Que la pobreza es “un estado mental”, que “son pobres porque quieren”, que merecen sufrir por no esforzarse o por no ser lo suficientemente talentosos y valientes como para “emprender” o aprovechar las oportunidades que les da la vida, son sólo algunas de las ideas que circundan el mito de la meritocracia (que en uno de sus aspectos profundiza la inequidad social). Estas ideas, por muy personales que puedan parecer, tienen una dimensión colectiva y por ende, consecuencias políticas.
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