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ADELGAZANDO EL PELLEJO (Parte II de 3) Crónica. Por Fidel Carlos Flores C. (309)

Fidel Flores by Fidel Flores
mayo 4, 2018
in Artículos de Opinión, Prensa en General
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———- O ———-
Ciudad de México 20 de septiembre de 2017 (10 de la mañana).
¿Dónde estás cuate, dónde? -Salgo de zona precintada y voy por ti- Se entrecorta la señal- ¿Qué Mario, qué? Maldición, no te escucho bien, vengo del metro Allende, me trepé al primer micro que pasó por Bolívar…llegó al límite y no hay paso, ahora mismo estoy pasando la cantina Mundial, por el Toks Bolívar –vuelve la señal- .
¿Mario me escuchas? Sí, sí – casi imperceptible- Sigo caminando estoy en el camellón, al frente del desmadre están deteniendo el paso, chingo de voluntarios y Ejército México. ¿Qué hago? Espérame ahí, ya salgo con casco y chaleco, ve levantando los brazos para ubicarte rápido.
Pasan minutos y escucho ulular de sirenas, veo rostros desencajados, incrédulos, solidarios, un coraje que viene de lejos que se ha desarrollado a través de los golpes, intimidad al descubierto, con pena lloramos para adentro. Ahora observo maquinaria pesada y volquetas que ingresan lentamente a la calle lacerada.
Vuelve a sonar el teléfono, lo activo y escucho: ¿Qué pasó mano, no te ubico, dónde estás? ¡Ah! ya te vi, ahí voy! No hay tiempo ni espacio para saludos y detalles. A lo que vinimos, me pongo el casco (improvisado), tapabocas, chaleco negro, guantes y cargo un mazo y el marro que se utiliza para demoler, avanzo con determinación, detrás de Mario (voluntario/guía), pasamos uno a uno los controles, hasta ingresar a la Escuela Primaria Simón Bolívar.
¡Ohh! La vista es impresionante. La imagen de por sí abofetea -de frente- como hace 32 años, otra vez respiro y palpo fragilidad, incertidumbre, ansiedad, solidaridad. Otra vez el terremoto del 85 –no hay tiempo para dubitar. Adrenalina al máximo, todos actuamos con la ebullición a flor de piel, a flor de alma. Registro con la memoria la constancia de esa valentía anónima, coraje de metrópoli herida, que intenta levantarse. ¡Carajo! Cuántas sensaciones. Achico aún más mis ojos -de por sí achinados-, resuello, aprieto los dientes, continúo.
Ruidos, palas, martillos, carretillas, sogas, polvo, megáfonos activos ¡Silenciooo! Puño en alto, y el mutis sepulcral –una y otra vez-. Son… somos rescatistas tras sobrevivientes, luego de unos minutos, la acción, después acción, y más acción y así desaforadamente.
Veo carretillas llenas de restos demolidos y me ocupo de una. Mario continúa tirando –junto a otros- de sogas amarradas a pilares “Uno, dos, tres…ahora…uno, dos, tres…ahora…”
El ajetreo es intenso y seguimos despejando escombros, papeles, fólderes, rollos de telas, también encuentro fragmentos de zapatos impares, supongo que al querer salvarse algunas víctimas los perdieron. Poco antes, las fauces de la implosión habían devorado gente, así que los primeros voluntarios sacaron cadáveres (algunos enteros, otros desmembrados).
La montaña de escombros del edificio era lapidaria, ubicado en Bolívar 168, esquina con Chimalpopoca, colonia Obrera, cerca del Eje Lázaro Cárdenas y metro Salto del Agua.
Después nos enteraríamos que medio centenar de personas trabajaban allí, pero muchos no habían logrado salir. La torre se había desvanecido en medio de una nube de polvo. No quedó nada, sólo una montaña de cemento y escombros Destrucción total… ¡21 personas muertas!
Increíble, ese día nos abraza la solidaridad y el dolor en primera persona, en directo, en tiempo real. Luego como periodista narraría circunstancias, emociones.
¡Aleeerta sísmica! !Alerta!
Tres días antes, la radio, televisión y redes sociales habían advertido que el martes 19 de septiembre a las 11 horas, se realizaría un simulacro para conmemorar el terremoto que devastó la ciudad en el pasado. Los altavoces emitirían la alerta sísmica. Todos los edificios e inmuebles tendrían que ser evacuados según el protocolo de seguridad.
Me encontraba ese martes 19, a las 13 y 14 minutos, en mi vivienda escribiendo breves reflexiones para plataformas digitales (con red social abierta), recordando 32 años del gran terremoto. Transcurría mi cotidianidad en tercer nivel (espacio reducido) donde está la biblioteca, ya había pasado el ejercicio recordatorio, cuando 40 segundos después, sentí el primer sacudón –en vaivén-, luego movimientos oscilatorios intensos, 9-10 segundos de silencio (pienso, falló la alerta) sigue el dantesco meneo, se cimbra la estructura, caen libros, globo terráqueo, casets. Bajo sin dudar las escaleras. ¡Alerta sísmica, alertaaa! Ya en la planta baja caen figuras de vidrio, un par se estrellan, recién me percato estoy descalzo, no importa en el estacionamiento nos cobijamos todos, parientes y vecinos. ¡Alerta sísmica, alerta! Todo se agita autos estacionados, árboles, postes de luz, estructuras habitacionales y también ladran y aúllan perros en las azoteas. Éste temblor es terremoto –pienso, no es normal- las ondas, duran demasiado (casi 3 minutos).
Recuerdo que mi teléfono y la red social quedaron abiertas en el tercer nivel, conectadas al Wifi habitacional. Deduzco por la magnitud, en minutos se caerá todo el sistema comunicativo sí o sí (además de la luz), así que actúo resuelto. Rápidamente subo al tercer nivel, corroboró que la conexión –increíble- continua (son las 13h: 18m) voy contra tiempo, Tomo mi celular, activo el Facebook video (transmisión directa) y llego a la azotea. Activo encendido y empiezo a relatar con voz entrecortada, las primeras impresiones del terremoto que acabamos de vivir. Esa señal –después me enteraría- fue tomada y reproducida cientos de veces por noticieros de canales de televisión de Argentina, Colombia y Bolivia.
———- O ———-
FUENTE (A Siete meses del 19-S. VEA aquí la más completa recopilación de 1h 52m): https://www.youtube.com/watch?v=satKddbLUk0
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