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NIP 1/05/2018 (CDMX/Press). Conocí el “presidencialismo mexicano”, su dominación absoluta y vericuetos de moralina extrema desde el sexenio de José López Portillo (1976/1982). Con nitidez recuerdo la primera práctica como estudiante de periodismo, acompañando –sin saberlo- a seudo reporteros que editaban revistas de enaltecimiento a políticos de turno.
Se trataba de una cobertura periodística (Noticia en prensa del maestro Manuel Pérez Miranda) a un Informe del gobernador de Hidalgo, Guillermo Rossel de la Lama, quien antes había sido secretario de Turismo, dejando su lugar a Rosa Luz Alegría (efímera Secretaria de Estado 1981-1982). Por cierto, aquellos días corría el rumor que la joven Secretaria de Turismo (de 38 años de edad) era amante del presidente.
Viajamos a Pachuca, en transporte oficial junto a acarreados (grupos de choque de organizaciones populares) luego del Informe –pasado el mediodía- ofrecían tacos, tortas, refrescos y cervezas. Todo gratuito, en ese contexto era inútil tomar nota y apuntar detalles. Así que empecé a registrar en la memoria matices de ambiente y color. De entrada me llamó la atención una breve indicación (Ud. publique –noticia/foto- solo que le damos) cuando pasaba el gobernador cerca, huestes alborotadas aplaudían y vibraban matracas, pancartas a todo lo alto: ¡Viva el arquitecto Rossel! ¡Qué vivaa! –interactuaban-. Fue mi primer contacto con una simulación y cinismo normalizados.
Una hora después a hacer fila (con la mayoría de reporteros de impresos) en las oficinas de Prensa y Comunicación del Gobierno Estatal, uno a uno iban pasando y mostrando un ejemplar publicado -el nombre, contenido y formato era lo de menos- se mostraba la revista (tapa), con fotos de políticos de turno y un oficinista asignado, lo revisaba de mala gana y entregaba al portador un sobre con dinero (chayote**) –así de simple y denigrante-. Poco antes el presidente López Portillo había acuñado una frase que trascendió su sexenio “No pago, para que me peguen (sic)”, refiriéndose a la prensa. A eso se reducía las clases de periodismo y mi entusiasmo quedó maltrecho. Me cuestionaba –recurrentemente- ¿Para eso estamos estudiando?
Tiempos de un presidencialismo vertical. Rememoró cada 1 de septiembre de vivas y loas mediáticas, en tal escenario luego vendría un escritor peruano invitado por Octavio Paz a afirmar (con argumentos) que en México se vivía una “dictadura perfecta”, -al día siguiente abandonó el país-.
Elecciones y promesas una y otra vez en una democracia simulada, es más al partido único (PRI) se le atribuye el haber inventado la forma de hacer política a la mexicana. Vinieron después otros sexenios y escenarios: el terremoto de 1985, el mundial de 1986, el fraude de 1988, el asesinato del candidato Colosio, la formalización del neoliberalismo (TLC) la irrupción del EZLN (guerrilla en Chiapas), la alternancia política con el PAN (Acción Nacional), pero siguió firme el proyecto neoliberal, hasta llegar a las reformas estructurales en esta presidencia (Enrique Peña Nieto).
La periodista Carmen Aristegui Flores y la encrucijada.
Pude asistir a principios de año (2018), a una charla/conferencia de la periodista Carmen Aristegui Flores en mi alma mater (UAM-Azcapotzalco) y allí, como la mayoría coincidir con su lectura de los tiempos actuales, sobre la corrupción, impunidad, pobreza extrema, narcotráfico, entre otros. Le preguntamos ¿Por qué seguimos inmersos en el circulo vicioso (repetición de patrones de conducta)? Aristegui se declaró incapaz de dar una respuesta categórica, pero ensayó una respuesta:
“Debemos rescatar la parte luminosa de México porque la parte de las sombras primero la debemos reconocer, para ser distintos. Me refiero a que no nos comprometemos suficiente, no asumimos nuestra responsabilidad como ciudadanos, no acabamos de dar el paso como sociedad para tomar en nuestras manos el destino, hemos aceptado con cierto grado de mansedumbre histórica, que una muy pequeña porción ha tomado el poder político y nos controla. La masa mayor que somos nosotros, no hemos sido lo suficientemente inteligentes para organizarnos como colectividad y definir qué queremos hacer. No hemos sido -y hay que repetirlo frente al espejo- agudos, sensibles y participativos. Y ya entrando en profundad surge el ¿por qué no hemos logrado sacudirnos de la estructura de poder? que ha prevalecido a lo largo de los años (a pesar que Fox y Calderón fueron presidentes PANistas), por tanto la alternancia fue rebasada ya que esencialmente no se cambiaron los ejes económicos. Por que no le conviene al statu quo (y poderes fácticos) así que el resultado es un México harto, enojado y fastidiado.
¿En qué momento el país con su diversidad y pluralidad se planteará un proyecto de nación a largo plazo para salir de la encrucijada? –me pregunto-. Y es que NO acabamos de asimilar y entender que el poder como sociedad es nuestro, solo lo prestamos temporalmente al de turno. Hay que cambiar el ángulo para concluir que los que mandamos somos nosotros. Actualmente no ha sucedido un cambio sustantivo, no hay debate público, ni organización, pareciese que todo conspira y detiene expresiones sociales, aunque claro el Estado es especialista en disolver/frenar/disipar movimientos. Recuerdan las elecciones de 2012, los universitarios del ¿Yo soy 132? Cuando Televisa construyó la candidatura de Peña Nieto, posesionándolo como producto mercadológico y mediático. En fin, me regreso al principio ¿Por qué seguimos así? Creo que -entre otros- por la deficiente comunicación e información, (existe un control duopólico que se reparte el poder) que atenta contra el ejercicio periodístico, la libertad de expresión, los debates públicos, la discusión crítica, el ejercicio de libertades, pensamiento y acción. Sin eso a plenitud, no avanzamos debemos defenderlas a muerte, ello nos hará sensibles, incluyentes y atentos, entonces cuando maten a inocentes, la sociedad entera debe indignarse y actuar en consecuencia.
Por otro lado, en tiempos virtuales (redes sociales y otros) el control y manipulación, ha subido de nivel acorde a los tiempos, intensidad y nuevas estrategias –sin importar recursos-. Por ejemplo a principios del sexenio a través de un Pacto (mayoría PRI-AN) se hicieron varias reformas pero todas apuntaban (a la principal) la petrolera y energética. En el asombro un presidente anterior (Zedillo) no daba crédito a tales transformaciones, ya que el petróleo fue desde Lázaro Cárdenas, un asunto de identidad nacional. Y se hizo, lograron, una reforma radical y extrema que abrió la puerta a la inversión extranjera, en prejuicio del país.
En esos momentos una investigación periodística concluyó que, mientras en el ciberespacio se visibilizaba lo que estaba por venir, una operación bien planificada logró descarrilar/ dispersar/diluir dicho debate público, en consecuencia la sociedad quedo incomunicada y desarticulada. Y no pasó nada. Si hicieron eso, imagínense lo que harán, pero hay que generar nuevos mecanismos sociales para contrarrestar.
Finalmente, la educación integral, las universidades y sus componentes en este siglo, son factores principalísimos –junto al de la Comunicación- para la construcción ciudadana y cimentación de una sociedad democrática, Dicho componente cruza si o si, por las aulas, por alumnos y profesores -como ustedes-, allí está el germen de la transformación y del futuro.”
Elecciones presidenciales de 2018
Cuatro meses después mientras doy clases a universitarios, continuamos analizando y discutiendo aspectos político/histórico y económicos del contexto contemporáneo. Vivimos en medio de un galopante desempleo y desigualdad, entre otras anomías. Así están presentes un despilfarro electoral, estrategias, marketing político -aderezados con promesas cínicas- Y pasamos de precampañas, inter campañas, ahora a campañas y Debates.
Hace unos días ocurrió el primero y –creo- por sentido común que los monumentales intereses económicos que están en juego harán que el sistema de poder neoliberal, se saque de la manga novedosas estrategias, con varios niveles de ación. Recordemos que conocen al electorado.
La primer estrategia es parar “a como dé lugar” a López Obrador, y el Revolucionario Institucional conoce muy bien a la sociedad, su cultura política y sus vicios (desde 1929 (PNR), pasando por 1938 (PRM) a la actualidad). El control de las instituciones y el sesgo de sus operadores es su especialidad (Por ejemplo: El ingreso de Jaime Rodríguez, el Bronco, con pruebas fraudulentas, demuestra el músculo gandalla).
A estas alturas se puede deducir que las próximas elecciones no serán limpias. Los indicadores, intereses y escenarios son demasiado visibles. Uno de los puntos es ¿a quién beneficiará? Aunque ya se va perfilando una mega coalición contra López Obrador.
La estrategia complementaria –ya la conocemos- busca desinformar y minar el discurso del candidato puntero. Los próximos días seguramente arreciaran ataques al primer circulo del candidato, además de activarse una cargada mediática (Gómez Leyva, Alemán, Aguilar, Marín entre otros). Dichos “opinadores” y las estadísticas “a modo” buscaran posesionar al que garantiza reproducción del sistema actual.
Es tan evidente lo que se va gestando, que el INE (Instituto Nacional Electoral y el TRIFE (Tribunal electoral) con sus informáticos y algoritmos –incluidos- están prestos a la ejecución del plan. Insistentemente se buscará alterar percepciones colectivas con todo tipo de controles territoriales, dádivas y despensas (Ej. Estado de México). Al final la idea se concentra en fabricar una diferencia de 200 o 250 mil votos, para operar con total impunidad, una vez más.
Para entender el presente y desmenuzar anteriores campañas, solo hay que recurrir a la historia inmediata, sugiero vea los debates de 2012 (en Youtube), los discursos de sus participantes, el descaro de Gabriel Cuadri, la consecuencia y los resultados después de seis años.
Finalmente, nueva elección, recurrente desmemoria, más pobreza y desigualdad distributiva, Todo en medio de un próximo Mundial de Fútbol y de una mutación “presidencialista” de antaño. Ojalá los próximos comicios presidenciales traigan tiempos mejores.
(*) Periodista y economista.
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**CHAYOTE. Se refiere al dinero o los regalos que dan los políticos a periodistas para que los favorezcan.