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Con los años y caminos recorridos, aprendí a ver nuevos ángulos y repensar la palabra “amistad”, término bastante usado y de aplicación amplia en América Latina y en la zona donde nací (sureste del corazón sudamericano), ejemplo los compañeros de escuela, del equipo de fútbol, del grupo de música, entre otros tantos. Es más, en mi familia, durante la infancia y adolescencia tenía un recurrente apodo; “Amiguero-pata-e-perro”.
Etimológicamente, la amistad proviene del latín amicus, “amigo”, que a su vez deriva de amore, “amar”. Se define como “una relación afectiva entre dos o más personas”; también como “una de las relaciones interpersonales más comunes que en general tenemos los seres humanos a lo largo de la vida”.
Tuve suerte de coincidir en circunstancias distintas con primeros amigos mayores, a quienes mi precocidad, curiosidad y plática les llamaba la atención. Mucho tiempo después, valoré tales conversaciones repletas de experiencia y sabiduría.
Hubo de todo, también algunos agravios que observé en primera persona. Una ocasión un niño de diez años a quien conocía y sabia, era hincha/seguidor de un jugador de fútbol, cuyo equipo recientemente había alcanzado el campeonato en el pueblo, se acercó a éste, queriendo ser su amigo y obtuvo un rechazo contundente, ¡qué desilusión!, fue rescatado –apenado- por su tía, que se dio cuenta de tal situación.
Otra. En la pequeña ciudad fronteriza había una familia rica, (abogados familiares de argentinos). Uno de sus hijos, de mi edad (13) practicaba artes marciales conmigo, cuando me llevó a su casa, quedé absorto por el lujo, sirvientes y extensa biblioteca, después de jugar toda la tarde, cuando retornaron sus hermanos quise ser “el nuevo amigo” pero sentí el tufo de la discriminación. Nunca más volví, curiosamente recuerdo haberme repetido “algún día, tendré una biblioteca parecida”.
Pasaron décadas, circunstancias, otros países (que me tocó vivir). Y al hacer un recuento, sobre la amistad en la universidad y en primeros trabajos, ésta se redujo –salvo raras excepciones- al interés del momento y a la convivencia –frecuentemente- etílica para evadir la soledad del autoexilio.
Paso más tiempo y regresé al sur del continente (fines del siglo pasado), Bolivia naturalmente había cambiado, y con él algunos códigos de convivencia y lealtad que se habían forjado antaño –para bien- donde múltiples generaciones coincidían e interactuaban en escuelas y colegios públicos y del Estado, sin distinciones.
Ya en el siglo XXI y con la revolución de la información –popularización del internet incluida- los millenials (y Post) obviamente tienen aspiraciones y paradigmas diferentes. Por lo tanto, son otros escenarios.
Sin embargo, el abordar asuntos académicos me hizo recordar al clásico “1984” de George Orwell (novela de ficción distópica, escrita en 1947, sobre el cambio de los significados de las palabras para la manipulación masiva), ya que en la cotidianidad del México actual el término “amigo, amiguis, amiguito” se ha ido banalizando/trivializando.
Aunque la amistad ha sido profusamente narrada, tanto en el mundo de la literatura como en audiovisuales (cine, televisión, series, canales virtuales), por ejemplo las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza, de Sherlock Holmes y Watson, de los Tres mosqueteros, etc.
Recordemos a los clásicos griegos con Aristóteles, considerado el “Padre de la filosofía”, quien en su Ética Nicomáquea (siglo IV AC), dedica el libro VIII y el libro IX, (de los diez libros que la componen) al valor de la amistad.
Rememoro también una alusión “al regalo de la amistad” que en una entrevista que se hizo al escritor argentino Jorge Luis Borges, éste destacaba “Todo regalo verdadero-incluido la amistad-, es reciproco”.
Lo cual me lleva a una reflexión final: No pretendas la amistad cuando no quieren dártela. La amistad solo tiene sentido en correspondencia (de alguna u otra manera), tal retroalimentación –indudablemente- debe servir para la evolución y crecimiento de amigos mutuos.
(*) Periodista y economista
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Comparto un texto escrito hace varios años, sobre el tema:
EL AMIGO (LA AMIGA) (Micro relato) Fidelgando © D.R. Fidel Carlos Flores C. Cd. de México 11 de julio de 2014
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El amigo te advierte del peligro
te ayuda a mantenerte incólume.
A defenderte, a ser íntegro. La única
forma de retribuirlo es siendo recíproco.
El amigo hace que mantengas
tu memoria plural, tu savia propia,
te ayuda a construir ideales
con autocrítica y crecimiento
El amigo te aleja de estertores
opacos de la envidia. Evoluciona contigo.
Comparte el fluir: De tiempos sin hielo,
de agua clara, de esencia y palabra.
La verdadera amistad hace
amanecer la sombra. Logra
derramar el fuego que expande
el afecto humano y su concordia.
¡Cuidado!, no lo confundas
con el simple conocido. Aquel
que vive ciclos de tradición moralina,
juzga a priori y sonríe egocéntrico.
“Conocido” inmerso en sus infiernos,
en su marketing del “día de la amistad”,
en comparaciones monetarias
y obsesiones de interés costo – beneficio.
El auténtico amigo, te elige, lo eliges.
Te acompaña transparente en los pasos
de tu vida. Y de alguna manera está ahí,
¡siempre ahí!, con la mano extendida.
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