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El tiro por la culata: el reportero de Televisa busca afanosamente una declaración auto incriminatoria que deje mal parados a los maestros de Oaxaca que paralizan una carretera para protestar en contra de la reforma educativa de Aurelio Nuño. Aborda a una maestra y le espeta al micrófono. “Sabe que la nueva ley impedirá que usted ceda su plaza de maestra a un hijo; ¿no le parece que es mejor para los niños que los profesores lo sean por mérito propio y no como resultado de una herencia, como lo hacen ustedes?”. “No sé, joven”, respondió ella, “pero sería mejor que vinieran a reclamarlo cuando los políticos dejen de hacerlo. Si el gobernador le cede la silla a su hijo, ¿con qué cara vienen a decirnos que nosotros no lo hagamos?”. El reportero la mira confundido unos instantes y luego recuerda: está en Oaxaca y el gobernador se llama Alejandro Murat, o mejor dicho Murat II.
Supongo que no es extraño que los hijos hereden las profesiones de sus padres o que las viudas se hagan cargo del negocio del difunto. Dentistas hijos de dentistas, abogados que se quedan con el despacho de su progenitor. Lo que no está tan claro es que los familiares tengan derecho a ese negocio cuando se trata del patrimonio de todos y no de la familia, como es el caso de un cargo público. Pero los políticos no suelen detenerse ante matices así de sutiles. Desde hace algunos años cada vez es más frecuente que intenten colocar a la esposa o al hijo en las posiciones que se ven obligados a dejar. El nepotismo como antídoto a la no reelección.
Y allí tienen, a Yunes tratando de dobletear periodo en Veracruz por interpósita persona de su hijo, quien ya es alcalde de Boca del Río. O Graco Ramírez que está convencido de que hizo tan buen gobierno en Morelos que, a falta de hijo en condiciones, está haciendo lo imposible para lograr que su hijastro siga haciéndole la vida imposible a Cuauhtémoc Blanco en el sexenio que sigue.
Tampoco se queda atrás Rafael Moreno Valle que ha hecho todos los amarres necesarios para que su esposa, Martha Erika Alonso, le suceda en la gubernatura de Puebla. A sus ojos lo menos que pueden hacer los poblanos es votar por ella, tras el sacrificio de Moreno Valle a la candidatura presidencial a cambio de dejar la vía libre a su consorte. Desde luego no son los únicos casos, aunque llama la atención que en tres de las nueve entidades federativas que cambiarán gobernador, los parientes puedan quedarse con la plaza.
Y desde luego está el caso de Margarita Zavala para la elección presidencial, quien quiere repetir en Los Pinos y convertir a su marido en “Primera Dama”. Otras posiciones, aunque menos connotadas, también delatan la vocación familiar al poder: Sylvana Beltrones desea ir al Senado para asegurar que el apellido paterno, ahora tan zarandeado, siga vigente; Luis Dondaldo Colosio Riojas desea una diputación federal; Agustín Basave Alanís busca una diputación local pero desde el Movimiento Ciudadano y no del PRD que dirigió su padre (la lista de nepotismos electorales es de Yuriria Sierra).
Tomó un millón de muertes y una Revolución suprimir la reelección en México (esa que había entronizado a Porfirio Díaz casi cuatro décadas en el poder). La clase política mexicana ha encontrado en el nepotismo una forma de darle la vuelta. A la mejor usanza de la aristocracia inglesa, los Yunes conciben a Veracruz como un título nobiliario, territorio incluido. Espero que sus supuestos “súbditos” digan lo contrario.
FUENTE: http://www.sinembargo.mx/21-01-2018/3375913
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