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¡Todos tienen un precio! levantó la voz -el anfitrión- sin darle importancia a los presentes/invitados. Éste se encontraba en una sala más privada dentro de su quinta (extensa casa de campo) a las afueras de la ciudad de Santa Cruz. Todos incluidos “periodistas” –repitió- se trataba de un joven empresario y autoridad municipal que a finales de los noventa del siglo pasado había heredado un partido político, una empresa consolidada y luego de ganar una elección (atípica) ejercía el poder en ese tiempo.
En los otros espacios de la amplia quinta: reporteros, camarógrafos, personal de prensa (de distintos medios) e invitados degustaban churrasco, cervezas y refrescos que, en ocasión de navidad y fin de año el personal de servicio ofrecía (cortesía del anfitrión, por supuesto). Así, todos de buen humor, brindaban a la salud de la joven autoridad.
Días atrás en el fragor de acontecimientos locales un concejal (variedad de diputado regional) se había vestido de payaso para llamar la atención y denunciar al alcalde, entre otros por malos manejos administrativos. Hecho curioso ya que dicho personaje hoy ejerce un alto cargo ministerial. El caso es que los abogados de la autoridad municipal luego de instrucción directa, entraron en acción y contrataque; buscaban un desagravio público. Ese era el ambiente político.
Transcurrían mis primeros meses en Bolivia (había estado ausente del país quince años), casi inmediatamente me incorporé a un equipo de prensa y en esa circunstancia me encontraba descontextualizado por lo que solo me limitada a observar y escuchar.
En aquella reunión de diciembre, continuaba una especie de ritual navideño después de la comida, los asistentes y trabajadores de prensa pasaban a sala privada a recoger su “canastón” de regalo, me llamó la atención el comportamiento (demasiado cercano) frente al poder, parecía una conducta natural y recurrente.
Me sentí incomodo por la soberbia –quizá- circunstancial, pero arrogancia al fin del propietario, cuando se refería a “los periodistas”. A pesar de haber asistido con un grupo de compañeros, decidí retirarme molesto por las directas/indirectas. De facto dejé todo atrás: canastón, regalos de fin de año y colegas. Me levanté, salí del lugar y logré abordar un microbus de retorno al centro de la ciudad.
La cercanía con el poder y la “zona confortable” de algunos medios (reporteros y presentadores incluidos) no dejaba de hacerme ruido. Sentía un tufo de connivencia que incluía filtrar, dejar pasar o cubrir notas para difusión masiva y posesionar temas de agenda pública.
En el trayecto –del transporte- recordé la última idea transmitida por el anfitrión “¡Ah!, y va una exclusiva, el lunes “el payaso arrepentido” me pedirá disculpas públicas, entonces yo de buen humor me comeré unos chocolates y asunto arreglado”. Llegó el lunes y para mi sorpresa, efectivamente ocurrió lo que había adelantado. El hecho fue reportado en la mayoría de los noticieros locales.
Por esa y otras situaciones siempre considere que los días que se celebra la libertad de expresión o del periodista boliviano, deberían servir para reflexionar en colectividad. Recordar el papel social y pilares del periodismo (rigor, contexto y contraste de fuentes), visibilizar los temas de interés público y su tratamiento informativo, además de intereses y línea editorial de medios. Por lo anterior, insisto que una sana autocrítica es necesaria y urgente para hacer crecer al gremio.
Por cierto, dichos días me llaman la atención cándidas definiciones (clichés) que año con año se repiten sobre el periodismo (en algunos editoriales bolivianos) por ejemplo: “En el día del periodista debemos recordar que nuestra misión es informar de la mejor manera a la gente para que ésta pueda adoptar decisiones que le convengan. Nuestra función -noble apostolado- implica doble responsabilidad. La primera, cumplir en el trabajo cotidiano los principios ético-morales de la profesión y la segunda, comprender que hemos adoptado individualmente la decisión de ser periodistas para servir a la sociedad”.
También hay editoriales con referencias históricas como la siguiente: “Cada 10 de mayo se recuerda el día del periodista, porque es la fecha en que Mariano Melgarejo mandó a ejecutar en 1865 a Cirilo Barragán (periodista) por un artículo que molestó a su dictadura, aunque recién en 1938 Germán Busch dispuso que dicho día se conmemorara tal circunstancia. Cabe recordar entonces que, nuestra obligación es develar los secretos que acompañan al ejercicio del poder y a los intereses que atentan la sociedad, nuestra sacrificada misión es informar de la mejor manera a la gente para que ésta pueda adoptar decisiones que le convengan” (Los dos párrafos anteriores reflejan su limitada visión).
Examino ahora otra arista –aunque sin particularizar- es la aparición exagerada de medios virtuales con claros sesgos políticos, además de medios de tv o cable (Para ello, usted lector, relacione la cantidad de canales con la población. La desproporción del resultado es evidente). Por otro lado algunos propietarios no tienen idea del ejercicio periodístico, no lo entienden, ni les importa, allí el enfoque es mercantil y ante todo un negocio. En consecuencia apelan a varios atajos económicos y de contenido para priorizar sus ingresos.
Finalmente dejo tres reflexiones a mis colegas para ejercer un pensamiento crítico y ver cómo andamos por casa (medio):
Uno: “Repetir mentiras ajenas sin verificarlas es mentir por default/defecto, no un error, aunque se ratifique después. La responsabilidad social, el contexto, el contraste de fuentes y el rigor son fundamentales.
Dos: “La información es un bien público, es decir no le pertenece al periodista o al gobierno, a la empresa o al medio, le pertenece a la sociedad, solo así el acceso a la información pública, adquiere sentido”.
Y Tres: Es necesaria una constante capacitación/actualización para mejorar la calidad del periodismo, un intercambio de información, fortalecer, compartir, e intercambiar ideas, y metodologías de investigación, además de buscar la necesidad de unirse como gremio, más allá de protagonismos personales.
Quizás los mas obstinados en estas ideas a la postre buscamos creer en la racionalidad de la humanidad, la cual -en términos generales- intenta imponerse a la trama de un mundo encaminado a irracionales desequilibrios y conclusiones trágicas. Sí, es un buen deseo, pero también un camino para impedir odios extremos, conflictos y una autodestrucción.
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(*) Periodista y Economista (Esc.Periodismo CSG y UAM-A)
Gracias estimado amigo me gusto tu articulo cronica.
Un fraternal Abrazo Oscar, buena vibra y éxitos en tus actividades periodísticas