Foto: Alberto Olmedo y Jorge Porcel
(Titulo original: Una organización llamada amor).
Panamá (revista) esta semana ofrece una serie de textos en torno a las formas de vida de la sociedad civil, el mercado y la política burguesa durante el Terrorismo de Estado. Ni colaboracionistas ni resistentes, en esta serie de textos se indaga, de fondo, la sobrevida de millones de argentinos bajo el desamparo y la prudencia, y sobre las formas de disidencia autorreguladas entre el deseo de preservación y la mayor libertad posible. Aquí, un texto de Lorena Álvarez sobre el cine liviano en el país pesado.
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De los productos culturales que se consumieron durante la dictadura entre el 76 y el 81, puede decirse que el cine fue, junto a la teve, el ámbito de la ligereza. Quizás la mayor burbuja.
Mientras la gráfica paría experiencias como Humor y la música germinaba joyas como el primer álbum de estudio de Serú Girán, el cine, con la propaganda oficial imponiendo sus bajadas de línea, terminó siendo el espacio donde pudieron brillar cómicos rodeados de chicas ligeras de ropa, superagentes invencibles, conductores infantiles y cantantes melódicos desplegando sus talentos en playas, carpas o discotecas del amor.
Una industria que, por ende, estuvo dedicada exclusivamente a divertir con la liviandad de un suspiro. Así y todo, el cine fue el único que con la llegada de la democracia tuvo en su haber el mágico logro de reconvertir a sus máximos exponentes en mitos, celebridades y actores de carácter indiscutidos.
Un puñado variopinto de figuras que pudieron sortear el recambio artístico de la primavera alfonsinista sin ser rozado siquiera por la punzante pregunta del millón : “¿Y Fulanito qué hizo durante la dictadura?”.
Burdos y chabacanos
Catalogado como cine burdo y chabacano, calificativos al que hoy podríamos sumarles, en este nuevo contexto histórico, el de misógino, el cine picaresco fue un género explotado y exitoso, donde primaron chicas en ropa interior, enredos de vodevil, sexualidad reprimida, chistes procaces y figuras que terminaron convirtiéndose en las estrellas indiscutidas del humor: Alberto Olmedo y Jorge Porcel, y, como sus perfectas partenaires, Susana Giménez y Moria Casán.
Como cuarteto, trío o dúo, protagonizaron “A los cirujanos se les va la Mano”, “El Rey del exhorto”, “Expertos en pinchazos” y otras gemas que, según cuenta la leyenda, gracias a su abultada recaudación, hicieron posible que Aries Producciones, su factoría, generara el dinero suficiente para que otros films de reconocida calidad, como “Plata Dulce” o “El arreglo”, pudieran ver la luz.
El cine picaresco, nacido años antes, tuvo su pico de producción a partir del 77, con varios estrenos por año y el mérito de tornarse for export, ya que eran vendidas a otros paéses de América Latina donde también eran celebradas. La siguiente extraña anécdota lo verifica.
En los diarios de Fitzcarraldo, en un fragmento, el director y guionista alemán Werner Herzog cuenta que estando en Perú, mientras leía “Historia de la ciudad de Roma en el medioevo” de Gregorovius, parte de su equipo organizó para ir al cine, decidiéndose por un film que venía de Argentina protagonizada por “uno muy flaco y uno muy gordo y rubias de pechos inflados vestidas con ropas sensuales”. Según relata Herzog en ese diario, el 15/7/79, durante la proyección de la película la novia de uno de los integrantes del grupo se descostillaba de risa durante una escena dónde se veían los ojos desorbitados del más gordo mientras esquivaba bombachas y corpiños, o en otra escena donde el gordo, con su portentosa ornamenta, jugaba tenis. (Dicho sea de paso: ¡qué maravillosa escena! Herzog leyendo historia romana. La selva amazónica. Porcel y Olmedo. Sostenes y bragas.)
Entre otros títulos de este dream team del humor y la lencería (siempre con una pizca de doble sentido y mitad de imaginación) podemos encontrar “Un terceto peculiar”, “Las mujeres son cosas de guapos” o “Te rompo el Rating”, casi siempre bajo la batuta de Hugo Sofovich, el quinto Stone.
La suerte de sus protagonistas es conocida y no deja de asombrar, viendo y considerando que a partir del 83, hubo un fuerte cuestionamiento a muchas figuras que habían sido destacadas en distintos ámbitos culturales.
Olmedo, muy exitoso en plena era de la patota cultural ochentosa, ascendió a la categoría “mito”, luego de su trágica muerte. Porcel llegó a ser dirigido por Brian De Palma, en un interesante papel secundario, en la ya clásica película “Carlito’s Way”, protagonizada por Al Pacino. Susana, que ni siquiera necesita de apellido para confirmar de quién hablamos, se transformó en la mujer más importante de la televisión gracias al ATC culturoso del alfonsinismo que le posibilitó hacer su primer “Hola Susana”. Y Moria, que rompió el sortilegio de la partenaire pulposa, para convertirse en la gran show woman de la Argentina.
El superagentes que hizó pum
Julio De Grazia, un reconocido y multifacético actor, fue parte de la exitosa saga de Tiburón, Delfín y Mojarrita, los héroes cinematográficos infantiles de esos años. Una combinación de James Bond y Superagente 86 en formato de equipo.
Al igual que las películas de humor subidas de tono, el trío empezó sus aventuras antes del golpe, para ser más precisos en el 73, pero tuvieron su momento de mayor popularidad entre el 77 y el 80.
De Grazia, no sólo protagonizó todas las películas, sino que llegó a dirigir una.
Su personaje Mojarrita, si bien ostentaba pocas luces y nulo atractivo para la taquilla femenina, era el que lograba generar la empatía con el público infantil, su torpeza era el motor para escenas que mezclaban acción y comedia, gancho imprescindible para los chicos que sabíamos que durante las vacaciones de verano e invierno teníamos una cita con el cine del barrio.
Nuestros héroes eran parte de Acuario, una agencia dedicada a combatir enemigos dispuestos a cambiar el clima o a robar armas nucleares para hacernos volar a todos. Al igual que a Batman, los solía acompañar una Batichica. En este caso Sirena, interpretada por diferentes actrices. La más emblemática, Graciela Alfano, una de las más prolíficas figuras de esos años. La Golden girl apareció en más de una aventura de estos Superagentes, siempre en bikini y sonriente. (“Los Superagentes : la aventura de los paraguas asesinos” sigue siendo, desde que me llevaron a su estreno, la que más me gusta).
Pero De Grazia, también filmó a las órdenes de Sofovich, esta vez Gerardo, una película muy poco vista en la tele y el cable llamada “Las muñecas que hacen pum!”. A simple vista y por el título podría decirse que es un film del mismo tenor de la cinematografía de Olmedo y Porcel: un argumento lineal ,un perdedor inepto que termina rodeado de bellas chicas casi desvestidas y situaciones risueñas. Pero no, este es un film de características muy particulares.
Un torpe ex espía es reclutado por una organización internacional llamada AMOR , cuyas siglas significan Amistad y Orden, para luchar en el país contra otro grupo llamado ODIO, Organización para la Destrucción Internacional del Orden. De Grazia en su rol de agente disparatado es secundado para la misión por tres bellezas (unas especies de Ángeles de Charlie, serie que era furor en esos años): Susana Traverso, Silvia Pérez y Silvia Folgar, una modelo casi ignota. Pero lo que parece una película de chicas en soutien y gags previsibles, nos sorprende con escenas muy poco común para este tipo de películas. Tormentos para que hablen los secuestrados, discusiones entre las cúpulas, que se respetan, aunque luego se manden a torturar y, de yapa, el reparto de pastillas con veneno para que antes de caer bajo las fauces del enemigo sean tomadas por los altos miembros de la organización.
De simple película erótico – humorística tiene poco, aunque las chicas dejen ver sus pechos y haya un primer plano de un cola less de Carmen Barbieri, anticipándose al cola less democrático de las tapas de Gente en el 84. Aclaro que está película fue estrenada en 1979 como una comedia. Una extraña comedia.
Después de este film De Grazia siguió con sus Superagentes. Y tuvo el mérito de ser parte de “Plata Dulce”, magnífico retrato del descalabro económico de los primeros años de la dictadura y antes, protagonizó el estupendo policial “La parte del león”, dirigido por Adolfo Aristarain.
El 84 lo encontró filmando películas como “En retirada” (Juan Carlos Desanzo), un thriller sobre un torturador perseguido por el padre de un desaparecido y el 85, como parte del magnífico coro actoral del clásico más importante del cine nacional, la inoxidable “Esperando la carroza”, de Alejandro Doria.
De Grazia se suicidó en 1989, y los motivos parecen ser más una leyenda que una certeza; en aquellos años se hablaba que no había podido soportar el triunfo del peronismo. Pero desde la tumba no podrá jamás aclarar si es dislate o verdad.
Los musicales del amor
“Los éxitos del amor” fue la primera de una lista de películas musicales dedicadas a la juventud. Una juventud retratada como díscola, barrial y bolichera, cuyos ídolos musicales parecen ser exclusivamente los cantantes melódicos.
Los rebeldes jóvenes aquí retratados son bastante mayores (causa gracia imaginar como un actor juvenil a Cacho Castaña, que ya había pasado los 35 mientras se lo ve en discotecas danzando al son de Camilo Sesto o Katunga).
Debido a su buena performance en la taquilla a “Los éxitos del amor” le siguieron “La carpa del amor”, “La discoteca del amor”, “La playa del amor” y “Las vacaciones del amor”.
Todas historias mínimas que servían de excusa para que se luzcan en una especie de clips modernos, Angela Carrasco, Franco Simone o Manolo Galván, supuestos ídolos juveniles; conste que cuando vuelvo a ver estas cintas, mantengo la fascinación por el inexplicable concepto de juventud que manejan.
Dato de color, Adolfo Aristarain dirigió algunas de ellas. Nada cuestionable cuando uno recuerda que luego hizo ese gran thriller símil “La conversación” de Coppola, “Últimos días de la víctima” y “Tiempo de revancha”. Y renglón aparte, quien estuvo en casi toda la saga haciendo de joven pícaro y canchero fue nada más ni nada menos que el nuevo tótem del cine argentino, Ricardo Darin, quien, a su favor, era jovencisímo de verdad.
Chango producciones
De las películas de la productora de Palito Ortega, se ha escrito y discutido hasta el cansancio, que le lavaba la imagen a la dictadura con sus films donde hacía de policía, aviador o joven entrenador militar, que hacía films con un fuerte mensaje Católico y familiar y demás. Debates que otros mejor calificados podrán llevar a cabo (soy solo una chica adicta a canal Volver).
Pero hay una película que guardo con especial afecto. Fui a su estreno y tengo todavía para mí la emoción infantil que me causó verla. Tres veces me tuvieron que llevar al cine. Tres en un mes.
Hablo de “El tío disparate”. Un exitazo. Protagonizada por Carlitos Balá, el ídolo de los niños que no se cansaba de preguntar qué gusto tenía la sal, y que aquí interpretaba a un tío afectuoso, bonachón y muy distraído criando a sus simpáticas sobrinas, roles asignado a ni más ni menos que Las Trillizas de Oro, en esos años mis muñecas vivientes y las chicas que habían llegado a ser coro de Julio Iglesias.
Hoy a la distancia me río pensando en mi pobre padre, señor que religiosamente, a partir del 79, compraba la revista Humor, teniendo que escucharme cantar la canción de los maniquíes, el hitazo de las trillizas que con unas peluquitas afro rubias y vestidos vaporosos, uno blanco, uno rosa y uno celeste, interpretaban en la película.
Palito, el factotum de esta película, a pesar de generar controversias, terminó siendo electo gobernador de Tucumán derrotando, urnas mediante, al bussismo.
Lo dicho al principio: el cine tuvo la liviandad de un suspiro y quizás por ese simple hecho, cuando llegó la democracia a nadie le interesó demasiado hurgar en ese “¿Y qué hizo Fulanito durante la dictadura?”.
FUENTE: http://panamarevista.com/una-organizacion-llamada-amor/
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