Foto: AP/Andrew Harnick
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(N.I.P. Cd.Mx. 20 de enero de 2017). Según estaba previsto tomó posesión Donald Trump, como presidente número 45 de Estados Unidos, con un discurso agresivo, nacionalista y reaccionario. Ahora ya no es más candidato, sus “dichos” serán “hechos” que causarán impacto en el mundo. La incertidumbre económica inició en México con una pérdida de valor del peso (ayer el dólar estaba 21.2 pesos), hoy al mediodía se cotizaba a 22.5 pesos. Este escenario en medio de una profunda crisis mexicana, derivada de un “gasolinazo” anterior y bajo la conducción de un gobierno débil, sumiso y dependiente de Enrique Peña Nieto.
Trump en su discurso inicial ratificó lo que antes había asegurado y con lo cual ganó la presidencia. Es decir un populismo simple y directo, agresivo y eficaz, olvidándose de la historia ya que en fragmentos enfatizó: “Hemos enriquecido a otros países, se han aprovechado de nosotros, se robaron nuestras fábricas y destruyeron nuestras fuentes de empleo. Vamos a cambiar todo, vamos a terminar con las ciudades santuario de inmigrantes ilegales y el muro sí será construido”. Así pues, no llamo a la unidad, sino que continuó dividiendo y culpando a otros países, con énfasis a México (y su Tratado de Libre Comercio).
Un panorama desesperanzador y sombrío donde la semana próxima será determinante por las nuevas medidas y decretos que firme dicho presidente. Recalcó que la prioridad constante será “Primero Estados Unidos” y para fortalecer su economía el lema “compra americano, contrata americano, si no eres antipatriota”.
En este contexto el mundo y México continuarán viviendo reajustes geopolíticos, desánimo y mayor agresividad esperando que el sistema norteamericano genere los contrapesos adecuados porque también está a prueba la solidez de sus instituciones.
Hoy más que nunca la frase atribuida a Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” lamentablemente, sigue vigente.
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