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Un día después del triunfo electoral de Donald Trump, participé en dos análisis para medios sobre la repercusión del mismo (días antes había expresado mi opinión en dos artículos previos) y creo haber realizado una lectura social aproximada al resultado postelectoral. Como nunca antes, dicha votación estuvo comentada y monitoreada (denostación incluida al candidato republicano) por medios de comunicación social.
La maquinaria mediática en México y canales latinos de EEUU se involucraron contundentemente en el proceso, daban por hecho el triunfo de Hillary Clinton, hasta que ¡oh! sorpresa. El nuevo escenario los dejó pasmados, sobre todo a México. Hecho y resultado que rebasó a opinólogos, presentadores de TV y a una clase política cuestionada. Realidad que exhibió a periodistas todólogos (?), y que despedazó pronósticos y buenos deseos. Después vinieron ríos de tinta y verborragia de grandes impresos, multimedia, radio y televisión, ¿el objetivo? minimizar (descaradamente) tal impacto.
Al finalizar el enlace radial con un noticiero del sur del continente rematé “Así pues esta situación desnudó (literalmente) los contenidos periodísticos sesgados que semanas antes se posesionaron en el país. En todos los escenarios México pierde, de facto creo es el mayor perdedor de los países del área (lamentablemente) y todo por una economía dependiente y frágil (casada al Tratado de Libre Comercio), no se necesita ser adivino para darse cuenta, solo basta mencionar el término “remesas” y “desempleo”, entre otros, para darse cuenta de la magnitud del problema”.
En todo caso, la pregunta debería ser ¿cómo se llegó a tal grado de sumisión económica y colonización cultural? ¿Cuál es nuestra responsabilidad?¿Cómo nos venden sueños de bonanza y solución a males estructurales? ¿Cómo se alimenta y reproduce un modelo que genera corrupción, impunidad, simulación, ineptitud y sobre todo dispendio en la clase política?
Hace unos días uno de los principales periódicos del vecino del norte afirmó en su editorial: Pareciese que México todavía “no se la cree”, en relación a las promesas de Trump y el cumplimiento de las mismas. Otro dato, meses atrás el dólar que estaba a 15 pesos, hoy está a 21 y se prevé que a finales de diciembre llegue a 23, dicha presión definitivamente disparará la inflación (justo a fin de año), aunque el gobierno y sus comunicólogos, hagan lo imposible por matizar y desviar la atención, lejos del sentido común.
Algunos indicadores se reflejan en el incremento de la informalidad en todas sus manifestaciones, robos, violencia, descomposición social, ventas callejeras en el metro, camiones y transporte público, que claro el sector que disfruta altos ingresos brutalmente desiguales a la mayoría (Estadísticas oficiales indican que la mitad de la población vive en la pobreza) no lo ve, ni quiere verlo, pero sigue siendo un sector (aunque cada vez menor) que activa una parte del motor de la economía. Ejemplo: un partido de futbol americano que se jugó en el Estadio Azteca (según reportes periodísticos en reventa -los boletos- alcanzaban entre los 5 mil y 50 mil pesos) otro ejemplo el evento de Fórmula Uno, además de conciertos de artistas extranjeros. Todos inaccesibles para gran parte de la población.
Dicho sector que vive dentro de “burbujas” indolentes, ajeno al mundanal ruido de los abajo (parafraseando a Mariano Azuela) y que de vez en cuando simula condolerse, se mimetiza y también se queja justo hasta el “…pero Bueh”, luego pone reversa y regresa a su zona de “confort”. La apatía, doble discurso y trivialidad (filias y fobias incluidas) suelen acompañarlo en su cotidianidad laboral, lo imagino desplazarse en una ciudad como describe (al inicio) “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago, hasta que la onda expansiva de las anomías lo alcanzan y su endeble humanidad queda expuesta y lo convierte en víctima.
La llegada de Trump también debe servirnos para observar con autocrítica el verdadero rostro del país, y alejarnos del estanque de agua donde se mira un Narciso indolente, construido durante décadas por un sistema político dilapidador, soberbio y transa. Por cierto, como sociedad también somos responsables. En este sentido, en la medida de nuestras posibilidades debemos recuperar “memoria histórica y proactividad”. Para “no llorar – como coloquialmente se dice – sobre leche derramada”.
En una reciente entrevista de Carmen Aristegui a Jorge Ramos sobre el resultado, la periodista inicia con un elocuente “Consummatum est” y su interlocutor en firme introspección (mea culpa) señala:
“Hay que tener un poco de humildad y reconocer que nos equivocamos como periodistas, estábamos en un error. Había un Estados Unidos racista, discriminador y sexista que no queríamos ver y Trump ganó todo, en todos los frentes. No vimos la noticia que estaba frente a nosotros y ganó el miedo, el odio y el temor al cambio demográfico. Ha sido un latigazo de los grupos blancos particularmente de zonas rurales que salieron a decir ¡si!, a Donald Trump y ¡no! al “establishment” institucional. Tal escenario activará la exacerbación de agresiones a inmigrantes (ahora con más saña). No olvidemos sus promesas.
El horror (racista y económico) llegó y estamos ante un juego totalmente nuevo y desconocido, no queda más que afrontarlo. Aquí quiero precisar, muchos dicen: Bueno, a lo mejor no es tan malo, cambiará. Pero Trump es lo que es, como se expresó, no hay que mentirse sobre el próximo presidente de los Estados Unidos. Barack Obama entregará el poder a la persona que durante años incluso cuestionó su nacimiento. Hace tiempo creímos con el ascenso de Obama al poder, que el racismo y la discriminación disminuirían, pero no, otra vez nos equivocamos, solo basta recordar que este país nació con la esclavitud y vivió mucho tiempo de él. Todos las explicaciones posteriores de por qué llego a triunfar, son irrelevantes. La respuesta es simple y contundente, hay millones que piensan como él y estos salieron a votar, punto”.
Finalmente el semanario inglés The Economist editorializó que “lo que hubo en Estados Unidos no fue un simple cambio de partido en el gobierno, sino un cambio de régimen”. Y los cambios de régimen se producen solo cuando hay impactos de gran envergadura que cimbran estructuras económicas, políticas, y costumbres, entre otros. Así que de nada vale continuar matizando la tormenta que viene, el gobierno actual (como sus antecesores) olvidó el mercado interno, el salario mínimo, el bono demográfico, el empleo, etc. y se arrodilló ante un modelo depredador. La clase política en todos sus niveles fue y es incapaz de dar respuesta a las urgentes demandas de la sociedad. Como será de grave el futuro cercano que la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) ayer propuso unilateralmente un incremento al salario mínimo (que a fines de 2017 llegue a 90 pesos), ahora sí, para aumentar el poder adquisitivo y el consumo interno de los mexicanos. ¿Que tal?
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