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Mañana elección presidencial en Estados Unidos, evento sin lugar a dudas inédito y “sui generis”. Y es que gracias a fallas/errores del sistema político tradicional la presencia de Donald Trump irrumpió el escenario habitual, donde además nuevas generaciones (Millennials) serán votantes fundamentales. El candidato republicano con un discurso antisistema y (de manera explicita) antinmigrante, logró llegar a una parte importante de su sociedad, este empresario con evidentes limitaciones de conocimiento geopolítico y social representa la demagogia extrema y la inmediatez superflua. En un país que mantiene vivo el racismo y la discriminación, antivalores enquistados en grandes sectores, independientemente de lo que afirmen analistas y medios latinos (que critican tal candidatura, sin considerar la alta probabilidad de que sean rebasados por los hechos), si Trump está ahí, es por algo.
Promueve el miedo al inmigrante, es decir activa la idea de que Estados Unidos se esta haciendo menos blanco, estimulando sentimientos de resentimiento y desconfianza. Ante un escenario de votantes con insatisfacción, malos sueldos y pocos empleos, que buscan soluciones rápidas e inmediatas, allí se fortalece su discurso, Gane quien gane al termino de dicho suceso, habrá quedado una atmósfera de encono, odio y polarización.
El bipartidismo tradicional implantó a una mujer (experimentada política) versus un empresario (polémico y sombrío). Pero en un contexto interno de divorcio entre clase política y gobernados, todo pareciese perfilarse hacia la elección del menos malo o el mal menor.
Inédita también, porque como nunca antes temas económicos (de vital importancia) además de la estabilidad del peso mexicano, estará sujeto a quien resulte ganador. Solo mencionar un tema “las remesas”, principal fuente de ingresos del país (junto al del petróleo).
En este escenario se desnudaron varias cosas, es decir se dejó ver el verdadero rostro norteamericano de sectores importantes, sin tapujos, ni poses moralinas. Irónicamente en un país (en su inicio) inmigrante, donde sus habitantes originarios fueron segregados además de establecer la esclavitud de afroamericanos como motor de su economía, entre otros.
Por otro lado, a lo largo de un siglo de colonización mental, (en general) los latinoamericanos a través de contenidos culturales, académicos, de películas, etc. llegaron a concebir a Estados Unidos como un país aspiracional, (y solución individual a problemas económicos) es decir lo máximo. Habitar y trabajar en Estados Unidos a cualquier precio, se convirtió en obsesión y medio para vivir mejor (¿?).
Hace unos días tuve la oportunidad de realizar una breve encuesta a compañeros universitarios, que emigraron bajo esa lógica (hace 2 décadas) y que todavía viven en el vecino país. En un balance de sus vidas (en este marco electoral), me sorprendió escuchar que para la mayoría no valió la pena, porque nunca se sintieron integrados y metafóricamente afirman “es como vivir en jaula de oro”.
El clima de elecciones también nos recordó una cultura “individualista” que tuvo su impulso real a partir de los años sesenta del siglo pasado y que nosotros importamos. En consecuencia los resultados de mañana, claro que dejaran divisiones y conflictos latentes porque en esta dinámica egocéntrica, a nadie le importó pensar en “los otros”, y ello aplica también para los inmigrantes y México.
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