Texto: Fidel Carlos Flores C. (*) periodista / economista.
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Miró su celular, detuvo el chat y levantó la vista: “Nos estamos yendo al infierno, profe…” fue la inmediata y espontánea respuesta de Karla Angélica (destacada estudiante de bachillerato) al ser sorprendida –durante un descanso escolar- inmersa y totalmente absorta a la vorágine de su internet móvil, redes sociales y aplicaciones multimedia.
¿Por qué al infierno?-pregunté -Por la ansiedad que nos genera, no? ¡Ah!, entonces coincidimos con lo visto en clases “dispersión, adicción, superficialidad y exhibición de la intimidad en exceso ¿es así? Que le digo profe, que le digo, ¡qué horror! -concluyó-.
Y es que el impacto de las tecnologías (revolución de la información e internet) en las nuevas y viejas generaciones exhibe varios tópicos y escenarios inéditos que hay que saberlos entender (decodificar) para un uso apropiado. Definitivamente transitamos una intensificación virtual que no garantiza contenidos y que cómodo se refugia en el mito de la libertad y democracia. Profundizando ignorancia, hedonismo y manipulación, es decir pensamiento mágico versus pensamiento crítico (o argumentación racional), entre otros.
Las modas virtuales en redes sociales pueden ser manejadas y utilizadas peligrosamente por campañas económicas, políticas y publicitarias. Hay al respecto varios casos documentados (Ejm. El juego “Charlie, Charlie” promoción de una película de terror). Sin embargo, así como tiene un lado oscuro (donde también existe la Policía Federal informática), sus aspectos positivos son enormes. Hoy mas que nunca tenemos la posibilidad de acceder a la construcción del conocimiento a través de contenidos adecuados en libros (pdf), ensayos, películas, documentales, tutoriales, investigaciones periodísticas, académicas y científicas.
Si bien antes las innovaciones no eran de alto impacto en la sociedad, es decir la tecnología no modificaba el ser íntimo. Ahora dichos cambios podrían transformar a un ser humano inmerso en carreteras virtuales con extremada rapidez, donde la superflua inmediatez es codiciada ante su necesidad de adaptarse a los cambios.
Aunado a este fenómeno también viene la exhibición de la intimidad como espectáculo (El show del yo) el tema es estudiado por la socióloga argentina Paula Sibilia, donde en fragmentos iniciales sostiene:
¿Por qué comenzar un ensayo sobre la exhibición de la intimidad en Internet, al despuntar el siglo XXI? Solo un apunte, es común observar en redes sociales que alguien postee ¿qué comió? ¿qué hizo?¿como durmió? etc. Todo aderezado con el absurdo de felicidad infinita.
Acciones calificadas tiempo atrás como enfermedades mentales o desvíos patológicos de la normalidad, hoy la megalomanía y la excentricidad no parecen disfrutar de esa misma demonización. En una atmósfera como la contemporánea, que estimula la hipertrofia del yo hasta el paroxismo, que enaltece y premia el deseo de “ser distinto” y “querer siempre mas”. Lapsos donde son otros los desvaríos que nos hechizan. Otros nuestros pesares y otros sus deleites.
Una señal de los tiempos que corren surgió de la revista Time, todo un ícono del arsenal mediático global al perpetrar su ceremonia de elección de la “personalidad del año” que concluía. La revista estadounidense repite ese ritual desde hace más de nueve décadas, con la intención de destacar “a las personas que más afectaron los noticieros y nuestras vidas, para bien o para mal”. Así que en el año 2006 fue premiado ¡Usted! Sí usted. Es decir no solo usted, sino también yo y todos nosotros, la gente común. Un espejo brillaba en la tapa de la revista e invitaba a los lectores a que se contemplasen como Narcisos satisfechos de ver sus rostros resplandeciendo en el más alto podio mediático.
¿Qué motivos determinaron esta curiosa elección? Ocurre que usted y yo, todos nosotros estamos “transformando la era de la información” por lo que a llegado la hora de los amateurs. En general estamos sufriendo un brote de megalomanía, estimulada a veces por la estupidez. Entonces ¿qué implica este súbito enaltecimiento de lo pequeño y de lo ordinario, de lo cotidiano y de la gente común? ¿qué significa esta repentina exaltación de lo banal, esta especie de satisfacción al constatar la mediocridad propia y ajena? Así que las respuestas a la vorágine del internet (dicen los editores) hacen que lamentemos por el futuro de la humanidad, la individualización será cada vez mayor. (*)
En este sentido, perdimos la capacidad de sentir y reconocer al otro (otredad), de hablar mirando a los ojos, de observar gestos e intenciones. Nos fuimos convirtiendo en una sociedad “obesa y obsesa”, que camina en la megalópolis actual ensimismada en celulares de última generación. Curiosos instrumentos de “comunicación”, que comunican precisamente “incomunicación”.
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(*) Extracto del libro: “La intimidad como espectáculo”. Autora: Paula Sibilia. Editorial Fondo de Cultura Económica 2008.