Texto: Fidel Carlos Flores C. (periodista / economista)
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Hace tres décadas y media conocí acciones directas de la política exterior de México, país reconocido en todo el mundo por el cobijo a exiliados y perseguidos de América Latina en un contexto de gobiernos militares, guerra fría e injerencia de Estados Unidos a través de la CIA (pruebas documentales hoy abiertas). Miles de ciudadanos habían emigrado forzosa o voluntariamente al temer por sus vidas o el de sus familias.
En esos años, al hacer fila en Secretaria de Gobernación ubicada en Av. Juárez (la cual se derrumbaría después con el terremoto de 1985) para trámites migratorios respectivos, se informaba que, los países afectados por dictaduras y conflictos internos graves eran exentos de pagos e impuestos, una forma de ayudar del país anfitrión. Allí coincidieron entre otros: Argentinos, uruguayos, chilenos y bolivianos, solidarizándose entre sí. Varios años después muchos de ellos formarían familias, quedándose definitivamente.
Esos años, a pesar que los conflictos diplomáticos en el mundo eran peligrosos por el tema nuclear, en medio del enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética. México (era para Latinoamérica como un hermano mayor), formaba parte de los No alineados y conservaba una tradición y coherencia en relaciones exteriores. Admirable.
Tanto que Alfonso García Robles (diplomático y jurista mexicano), sin duda uno de los especialistas más destacados en derecho y política internacional (había contribuido a la fundación de la ONU y a la promulgación de la Carta de las Naciones) fue reconocido por sus actividades en pro de la desnuclearización y el desarme, con el premio Nobel de la paz en 1982. Coronando así una carrera brillante.
Terminó la guerra fría, y surgió un nuevo orden unipolar (EE.UU). Cambios y nuevos escenarios tecnológicos, informáticos y virtuales. Al iniciar el milenio un nuevo gobierno generó esperanza. Era la alternancia de Vicente Fox (PAN), que al paso del tiempo no cumplió expectativas, perdiendo la oportunidad histórica de cambios. Además, paradójicamente se empezó a desmantelar esquemas de diplomacia anterior. En el aspecto económico se profundizó (aún más) el Neoliberalismo y Tratado de Libre Comercio de Salinas de Gortari (PRI), reforzando la dependencia absoluta con nuestro vecino del norte.
Fox Quezada tuvo varios desatinos y enfrentamientos con países latinoamericanos (recordemos el “comes y te vas” con Cuba) y fue exhibido al menos en tres ocasiones por una cercanía excesiva a Estados Unidos, sin guardar formas.
Pero estas pifias fueron superadas por un error monumental que acaba de ocurrir. Protagonizado por la invitación del presidente Enrique Peña Nieto al candidato Donald Trump, en un contexto de recurrentes groserías y denostaciones (del norteamericano) a inmigrantes mexicanos llamándolos delincuentes, violadores, y sugiriendo gravar las remesas de los trabajadores para construir otros muros. Insólito desliz que lastima el orgullo y deshace cualquier explicación posterior.
Es más, no recuerdo (de sexenios pasados) que un candidato presidencial primero haya sido invitado y luego visitado México para hacer campaña (y ganar legitimidad), normalmente un presidente dialoga con sus pares o presidentes electos y no con candidatos (sean republicanos o demócratas). Por lo tanto una visita inapropiada y absurda que seguramente generará aún más aversión al presidente actual, que hoy que rinde su cuarto informe.
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Creo que fue un desacierto la presencia de Trump, vino a la casa de los mexicanos a decirles que tienen que pagar el muro que sera una replica de lo que paso en Alemania. (Atte. Mario Acosta)