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El objetivo principal del presente artículo es efectuar una lectura crítica de la teorización del poder de Michel Foucault, desde una perspectiva politológica comprometida con una concepción restringida del concepto de poder. En ella se concluye que la ausencia de una adecuada diferenciación conceptual, que permita distinguir analíticamente fenómenos diferentes que en la realidad se nos presentan mezclados, lleva a Foucault a incurrir en ambigüedades, incongruencias y extralimitaciones en su análisis del poder. Sobre todo, se destacan las consecuencias que tiene el abandono del concepto del poder represor y su sustitución por el de un poder productor. Finalmente, se adelanta la tesis de que Foucault puede ser reinterpretado más coherentemente si lo vemos como un teórico de la dominación más que como un teórico del poder, entendiendo la dominación como un concepto más complejo y heterogéneo que abarca al poder junto con otros fenómenos afines pero diferentes entre sí…
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Biografía (breve extracto): Michel Foucault (Poitiers, Francia, 1926-París, 1984) Filósofo francés. Estudió filosofía en la École Normale Supérieure de París y, ejerció la docencia en las universidades de Clermont-Ferrand y Vincennes, tras lo cual entró en el Collège de France (1970).
Influido por Nietzsche, Heidegger y Freud, en su ensayo titulado Las palabras y las cosas (1966) desarrolló una importante crítica al concepto de progreso de la cultura, al considerar que el discurso de cada época se articula alrededor de un «paradigma» determinado, y que por tanto resulta incomparable con el discurso de las demás. Del mismo modo, no podría apelarse a un sujeto de conocimiento (el hombre) que fuese esencialmente el mismo para toda la historia, pues la estructura que le permite concebir el mundo y a sí mismo en cada momento, y que se puede identificar, en gran medida, con el lenguaje, afecta a esta misma «esencia» o convierte este concepto en inapropiado.
En una segunda etapa, Foucault dirigió su interés hacia la cuestión del poder, y en Vigilar y castigar (1975) realizó un análisis de la transición de la tortura al encarcelamiento como modelos punitivos, para concluir que el nuevo modelo obedece a un sistema social que ejerce una mayor presión sobre el individuo y su capacidad para expresar su propia diferencia.