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El pasado 20 de enero, Gustavo Ogarrio publicó en estas páginas un texto, “Volver al pasado: melodrama y restauración”, en el cual se vislumbra lo que aquí se tratará de ver otra vez dada su relevancia actual: los medios y su papel en la sociedad actual. Se asumirá que como parte de los procesos de resignificación por los que desde hace tiempo atraviesa el capitalismo para seguir predominando a nivel mundial, el papel de los medios colectivos de comunicación (incluido allí el ciberespacio) ocupa un lugar clave, que no es aquí, desde luego, en donde por primera vez se menciona. Ya desde hace tiempo Manuel Castells y Néstor García Canclini –entre otros varios– han abordado la temática. En lo que aquí se pone énfasis es en algo que sólo de manera tangencial se ha abordado, pero que ocupa un lugar clave en los procesos de resignificación mencionados. Hoy, como se verá, el papel de esos medios juega un papel estratégico en términos de resignificación capitalista.
¿Cómo se expresa hoy esa resignificación? Touraine (¿Podremos vivir juntos?, 1997) lo expresa cuando habla de la “desmodernización” y de que ésta es ante todo ruptura entre el sistema y el actor, y reviste como aspectos complementarios la desinstitucionalización (debilitamiento o desaparición de las normas codificadas y protegidas por mecanismos legales, y más simplemente la desaparición de los juicios de normalidad que se aplicaban a las conductas regidas por instituciones), la desocialización (desaparición de los roles, normas y valores sociales mediante los cuales se construía el mundo vivido) y la despolitización (el orden político ya no constituye, no funda el orden social). Eso en cuanto a la sociedad en su conjunto. En cuanto a los medios, Javier Martín Nieto analiza en su texto “Historia de un desencuentro” (XIII Foro, Medios de Comunicación y ciudadanía, Fundación Hugo Zárate, España, 2011) la resignificación de los medios, caracterizándola en lo fundamental por un recorte de los derechos ciudadanos y restringir a lo otro, a lo diferente. No es en balde, pues, analizar hoy los medios como vanguardia del neoliberalismo.
Pero vale la pena iniciar con un breve recuento de la historia salvaje de esos medios, pues como afirma Ignacio Ramonet (AP, entrevista con Raúl Zibechi, 14/I/2013): “Lo que está pasando en el campo de la comunicación sólo es comparable con la invención de la imprenta por Gutenberg en 1440.”
Es decir, lejos se está, es cierto, el siglo XV de nuestra era, cuando Gutenberg le da vida a la imprenta, y la lectura y la escritura se comienzan paulatinamente a universalizar, con lo cual los procesos de comunicación humana comienzan a sufrir cambios radicales. Experiencias lejanas, cuando paulatinamente la oralidad comienza a competir con la escritura, sin que esto nada tenga que ver con el surgimiento del alfabeto, ése sí remoto de verdad. Comunicación colectiva había también a través del arte, pero aún más restringida que la del alfabeto y la comunicación oral y escrita.
En la primera mitad del siglo XIX (1836) finalmente Morse perfecciona el telégrafo, que va a acompañar la consolidación de los procesos de maquinización de la revolución industrial. Un nuevo salto en la comunicación humana no tarda en darse, primero con la extensión creciente de la prensa escrita, el surgimiento del radio y posteriormente del cinematógrafo. Esto hasta finales del siglo XIX. Pero con esos acontecimientos se puede decir que la comunicación humana se transforma radicalmente, siendo sorprendente lo que en el siglo XX va a suceder con la televisión y el ciberespacio (internet y redes sociales), que implicaron e implican cambios tecnológicos sorprendentes, así como comunicacionales, económicos e ideológicos por igual.
Desde luego, la invención y posterior uso de los medios mencionados (mass media) provocaron cambios sociales de diversa naturaleza, aunque todos ellos conllevaron el aceleramiento del intercambio de mercancías (desde entonces ellos son parte del supuesto mercado libre y pasan a ser una mercancía). ¿No acaso, por ejemplo, la imprenta permitió que ese intercambio se facilitase con la impresión de papel moneda (los chinos lo utilizaban desde el siglo XI) y de los estados contables? ¿Qué tanto aceleró el intercambio de mercancías el telégrafo? ¿Qué cambios provocó en ese sentido la prensa escrita masificada? ¿No el radio acaso, y en menor medida el cinematógrafo, abrieron nuevos campos al consumo de una manera impresionante? Y hoy, ¿no la televisión e internet también son una de las bases más sólidas para promover el consumo? No hay que olvidar que Lukács (Historia y consciencia de clase) vincula de manera estrecha moda y consumo, y los miembros de la Escuela de Frankfurt abordan temas tan apasionantes como la reproductibilidad técnica del arte, la industria cultural y la razón instrumental, todo lo cual tiene que ver, directa o indirectamente, con los medios masivos de comunicación.
Y desde luego, los fenómenos aquí rápidamente mencionados tienen vinculaciones directas con la economía: muchos de ellos (a excepción de la imprenta en sus orígenes) acompañan el desarrollo del capitalismo de manera estrecha, apoyando en gran medida la hiperexpansión de éste, particularmente en la época contemporánea, lo que no se explicaría sin el desarrollo de la computación (cuyo surgimiento es ambiguo, pues inicialmente, durante la segunda guerra mundial, tuvo fundamentalmente fines criptográficos). Los medios colectivos de comunicación, además, han tenido desde sus orígenes profundas repercusiones ideológicas. Es decir, más allá del desarrollo tecnológico que ellos han implicado, su función no se ha remitido sólo al campo de la técnica ni de la economía. Ellos, aparte de lo anterior, han tenido una función ideológica relevante: sin ellos –lo decía McLuhan (El medio es el mensaje)– es virtualmente imposible la modernidad en todas sus vertientes, pues su impacto ideológico ha modificado de raíz a esa modernidad.
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Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/03/31/sem-sergio.html